9 sept 2007

Yo vine para preguntar 92: ¿Botamos?



Una parábola:







Un curso de 5to año compuesto por 30 alumnos (de paso: la mayoría ya cumplió 18: el sistema los considera aptos para votar.) tiene que decidir cuándo van a hacer un bingo en el colegio con la intención de recaudar plata para algún viaje. Por supuesto, lo van a decidir democráticamente, faltaba más.

Después de diversas peleas y discusiones acerca de cuándo realizar la votación (unos quieren en el recreo, otros quieren perder tiempo de clase y pedirle a un profesor votar durante su hora, otros están dormidos/borrachos/drogados y ni se enteran de qué se habla, otros no quieren votar porque llegaron ese año y no están dispuestos a participar en nada, etc.), se vota y sucede lo siguiente:

-el que/la que grita más fuerte logra asumir un rol digamos de líder, de coordinador/-a de la votación y plantea que primero hay que proponer alternativas para el día en que se realizará el bingo.

-Son 30 que deben votar: en el momento de proponer los días, misteriosamente, hay 3 que no están: fueron al baño, salieron a hablar por teléfono, fueron a saludar a algún amigo en el patio.

-Quedan 27.

-Vuelven los 3 que no estuvieron durante la propuesta y exigen a los gritos que se vuelva todo atrás porque sus propuestas no pudieron ser consideradas. Alguno intenta desganadamente explicarles cómo era todo, que se fueron justamente en el momento en que se avisó que comenzaba la votación, pero no hay caso: de los tres, dos se pudren y se van del aula, y uno se queda pero estudiando para la prueba de Química, sordo a todo lo que no sea la tabla de Mendeleiev.

-Con los 28 que quedan, se proponen los días en que se podría realizar el bingo. Suerte que la urgencia de recaudar los acucia, porque si no, se podría esperar mil días antes de que votaran en qué mes hacerlo. Pero no, tiene que ser este mes y estamos a 5, digamos. Hay 27 votantes y 27 propuestas: yo quiero un lunes a la noche porque no puedo ningún otro día, yo quiero un sábado porque así después salimos todos juntos a algún lado, yo no puedo ni lunes ni miércoles ni viernes porque tengo inglés, yo propongo un martes pero después de las 21 porque antes voy a guitarra, yo el martes pero antes de las 21 porque después quiero ver a Tinelli, yo propongo que lo voten nuestras familias, que son las que van a venir o no según el día, yo digo el domingo porque así zafo de ir a visitar a mis tíos, yo digo cualquier día menos jueves...

-Quien, por aullar más fuerte, viene logrando más o menos ser un poco escuchado, trata de llamar a la reflexión y hacer comprender que así no se puede, que hay que reducir el número de opciones porque si no, esto va a durar para siempre. De mala gana, el resto accede, y entonces quedan en pie cuatro propuestas -obviemos la legitimidad con que se seleccionan éstas y no otras- , que obtienen los siguientes resultados:

* sábado a la noche: 9 votos


* domingo a la tarde: 6 votos


* viernes a la noche: 5 votos


* jueves a la noche: 3 votos.


-Hay uno que tiene como ocho de promedio en Matemáticas y percibe que hay más votantes que votos. Lo hace notar. Desconcierto. ¿Vale o no vale no votar? El que gritaba más fuerte plantea que hay que votar, porque sí, porque todos tenemos que comprometernos y participar; un par de voces desganadísimas murmuran que están en su derecho de desinteresarse absolutamente del tema, ya que si no les interesa el viaje, no tiene por qué interesarles invertir tiempo y energías en prepararlo. Un par avisan que ellos estuvieron de acuerdo en votar hasta diez minutos antes, pero ahora-ahora, realmente creen que la plata que podrían recaudar con el bingo es todavía menos de la que podrían obtener simplemente pidiéndoles a sus familias una X suma, razonable, por mes. Así que ahora no les interesa votar. Cruce de insultos, gestos de fastidio, etc. Se da por válido el resultado de la votación: el bingo se hará el sábado a la noche. Pero falta el verdadero resultado de la votación:

-el sábado a la noche había que estar tres horas antes del bingo para preparar las mesas, limpiar, armar los puestitos de venta de choripanes, etc. Los primeros que llegan son los 7 que habían votado por el sábado a la noche. Ah, ¿eran 9? Sí, pero un par, después de la votación, se arrepintieron y como ahora no están de acuerdo con ese resultado, no van a llegar nunca. Los que tenían la llave para abrir el salón del bingo son dos amigos que no habían votado por esa fecha, así que no van a ir pero le dieron la llave a...¿a quién? Circulan varias versiones hasta que al final llega la madre del que se había quedado estudiando Química: por algún misterioso camino, la llave llegó a sus manos y viene a traerla, ya que su hijo, obvio, no va a participar del bingo.

-Tarde, sobre la hora, cuando los 7 que llegaron a tiempo hicieron todo el trabajo que teóricamente había que repartirse entre 30, llegan algunos de los otros, que habían votado distintas opciones. A unos se les informa que, en la distribución de tareas, les ha tocado atender un puesto de choripanes: son chicas, y no quieren, porque te queda todo el olor del humo en el pelo, viste? ; además, bastante que vienen con algún familiar que gastará un par de monedas en pos del famoso viaje; más no les pidan, porque ellas no estaban de acuerdo con hacerlo el sábado. A otros que llegan, se les pide que se pongan en la entrada y tomen los tickets de los que llegan para controlar la recaudación. Un par dicen que sí, pero que en media hora se tienen que ir al recital de una banda de amigos, así que hay que buscar remplazantes; otro par dicen que sí y buscan una caja para poner los tickets. No queda claro cuál de los dos se hacía cargo de cuidarla, así que la caja queda dando vueltas por ahí hasta que finalmente se pierde y no se puede controlar cuánta gente pagó. A unos más se les pide que vendan las gaseosas. Dicen que sí y por un vaso que venden se toman dos sin pagar, porque se lo merecen, están colaborando en algo que ellos hubieran elegido hacer otro día, se están perdiendo de ir al boliche, así que, justa compensación.

-Y así...hasta que termina el Bingo y lo recaudado se reparte entre todos, democráticamente. Porque no sabrán escribir dos frases coherentes ni creerán todavía que un kilo de plumas pesa igual que uno de plomo, pero hay dos cosas que saben claramente, porque se las enseñan con pertinacia digna de mejor causa: que votar es la mejor manera de decidir y que no hay que discriminar. Así que recibe tanto el que se rompió el alma tomándose en serio la preparación del famoso bingo que el que recibe 20 pesos al día siguiente "por lo que te toca del bingo" y pregunta, bostezando y consultando sus mensajes de texto: "¿Qué bingo?".


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