Acordándome de algo que Ale preguntaba acá, rememoré una de las escenas en las que recuerdo haber sido más impactada, como traspasada, por una revelación demasiado intensa para bancar; la fascinación del abismo; una revelación perturbadora e interesantísima a la vez (a veces creo que antes de pensar en ciertos temas habría que hacer como los ingenieros, cuando calculan la resistencia de los materiales, a ver si dan, o si uno va a terminar como la alumna que se suicidó después de unos cursos con Heidegger, creo que lo cuenta Sebreli en El olvido de la razón...). Algo como esto:
Yo tendría cinco, seis años, y como la mayoría de los chicos, sabía más números de los que me enseñaban en el colegio. Qué fastidio eso de tener que esperar a que nos enseñaran la cuarta decena, la quinta, "llegar a cien", cuando yo ya sabía que había números pa'tirar pa'l techo. Por lo menos, hasta mil, había, y eso era mucho; y al ritmo que iba la maestra yo temía terminar primer grado sabiendo oficialmente sólo hasta el doscientos. Pero cuando me di cuenta cómo era el procedimiento pedagógico -enseñarnos una decena cada semana-, se me empezó a instalar una inquietante sospecha, y con ella in pectore fui a preguntarle a mi madre, que cocinaba:
Yo tendría cinco, seis años, y como la mayoría de los chicos, sabía más números de los que me enseñaban en el colegio. Qué fastidio eso de tener que esperar a que nos enseñaran la cuarta decena, la quinta, "llegar a cien", cuando yo ya sabía que había números pa'tirar pa'l techo. Por lo menos, hasta mil, había, y eso era mucho; y al ritmo que iba la maestra yo temía terminar primer grado sabiendo oficialmente sólo hasta el doscientos. Pero cuando me di cuenta cómo era el procedimiento pedagógico -enseñarnos una decena cada semana-, se me empezó a instalar una inquietante sospecha, y con ella in pectore fui a preguntarle a mi madre, que cocinaba:
-Má, ¿cuál es el último número?
-No hay último número.
-....Entonces...entonces...¿NUNCA se termina de contar?
-Claro, nunca se termina de contar.
-Uno puede empezar a contar y...podría contar para siempre?
-Claro.
Evidentemente mi madre no consideraba que eso fuera un problema, je.
Y recuerdo que anduve todo el día impactada por esa revelación, pensando cosas como "Ajá...así que si yo ahora me pongo a contar, puedo seguir contando hasta las vacaciones, y hasta... quinto grado, y hasta ser grande, y si quisiera contar para siempre hasta que me muera, se puede, pero igual si me muero es que yo voy a dejar de contar, no es que los números van a parar...".
Luego, este impacto se vio reforzado a lo largo de la primaria con el siguiente razonamiento, producto de mi encuentro con los números negativos:
"Bien. Así que los números no "terminan" nunca desde el cero, uno, dos, tres...; bueno, desde el cero para atrás entonces...¡tampoco!. ¿Cómo es esto, que no termina nunca y que, de algún modo, tampoco empieza? ¿El cero? Pero si me paro en 35, digamos, puedo hacer lo mismo, mi 35 puede ser el punto de partida, y para atrás no termina nunca la cuenta, y para adelante tampoco...Fffffff. Así que sería como un círculo, que tampoco está claro dónde empieza y dónde termina...pero un círculo infinito, ¿cómo es? Una serpiente que yo sé que se muerde la cola pero nunca la puedo ver entera.
Y la poca estabilidad mental que me quedaba ;-) se terminó de fregar con este otro descubrimiento: ok, aparte de este asunto de que, empecemos donde empecemos a contar, se puede seguir "para siempre" hacia atrás o hacia adelante, resulta que decimos alegremente 4,5,6,7...pero podríamos contar 4,01; 4,02,4,03...o, al borde del delirio liso y llano, seguir infinitamente encontrando divisiones dentro del espacio entre, p.ej., un 10 y un 11: 10,00000001, 10,00000002. Así que hay como una cuestión del infinito hacia la derecha, hacia la izquierda y en el mismo centro, otorgándonos la concesión de establecer que haya una derecha, una izquierda y un centro, o considerando "centro" donde mi vista se posa: en el -64: bueno, infinito "hacia la izquierda", "hacia la derecha", y "adentro" (?) del -64, porque ¿cuántos números pueden detectarse entre -64 y -65, y entre -64 y -63...? Hay algo como "números infinitesimales", ¿no? Jamás entendí ni estudié bien matemáticas, pero me suena a título de algún programa, tema, etc. ¿Es como la división del átomo? No importa si podemos percibir o no con nuestros instrumentos lo infinitesimal de esas divisiones entre nuestros números convencionales, el tema es que existan, que puedan existir. Ahora, para terminar, ya con el chaleco de fuerza puestísimo: no puede pasar que de infradivisión en infradivisión se llegue a un punto indivisible, a la absoluta pulverización del concepto "número", al "cero", a la nada, (otro tema, quién fue el grosso que inventó el cero? pero no "los árabes", no, no, el tipo que lo pensó primero...) a poder decir en verdad: "ya no se puede dividir más el espacio entre estos dos números?". Ups, apareció el espacio...porque -y ahora hablo a punto de autolobotomizarme- tiene que haber espacio infinito entonces; si no, ¿dónde están los números, dónde "se ponen"?
Bueno, deliciosamente perturbador el concepto, no sólo los números son infinitos, sino que lo que es para nosotros "cada" número, contiene o es (?) infinitos números más.
Planteos así se hacen también con la materia y entra el temita de si hay algo como un origen, un comienzo, o no, si la materia existe desde siempre y para siempre, en eterna transformación, etc. Pero es otro tema y ya hay mucho escrito seriamente sobre eso, yo nada más me acordé de mi tema anecdótico con los números.
PDs: Los libros de Adrián Paenza sobre matemáticas, de la colección Ciencia que ladra, están muy buenos.
3 comentarios:
¿Quién decía "Al infinito y más allá"? Me rompo los sesos y no logro el menor registro.
Buzz Lightyear.
Pero es buena la frase aunque, por supuesto, me manifiesto en contra de Disney (para romper las pelotas con militar por alguna pelotudez más, pero el rey león es plagio de Kimba, una serie Japonesa, motivo por el cuál Disney se merece un juicio -ASI-)
Al margen, comentaba Andrés que el Rey León es, además, adaptación de Hamlet.
(ya sé, me debería ir a dormir)
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