16 jul 2007

Yo vine para preguntar 77: ¿Perdió la gracia del mar? ¿Ganó la gracia de la tierra?

Estuve leyendo El marino que perdió la gracia del mar, recomendado a mi amiga por el camarada. No tengo mucha paciencia para las novelas, me parece que suele sobrar demasiado, así que sólo leo recomendadas de tres o cuatro personas cuyos gustos pueden ser similares en algunos aspectos a los míos; o, mejor, que perciben por dónde se podrían ampliar mis gustos.

Reflexiones sueltas.

-Acá, breve sinopsis del argumento:

El marino que perdió la gracia del mar es una novela del escritor japonés Yukio Mishima publicada en el año 1963. El libro narra la decisión del marinero Ryuji de abandonar el mar y sus anhelos tras conocer a la viuda Fusako y enamorarse de ella. Sin embargo Noboru, hijo de la viuda, tras haber idealizado al marinero e influenciado por su grupo de amigos, no aceptará la decisión de Ryuji de vivir en tierra y convertirse en su padre.
Fue llevada al cine en el año 1976 por el director estadounidense Lewis John Carlino, protagonizando la película los actores Sarah Miles, Kris Kristofferson y Jonathan Kahn. Por su interpretación, Sarah Miles y Jonathan Kahn fueron nominados a sendos Globos de Oro en la edición de estos premios del año 1977.

-Después de leer, no pude evitar una reacción típicamente mía -aparte de sentir que no podría decir nada sensato de esta novela sin haber leído más de Mishima, -todo- sin conocer más de historia del Japón -toda-, sin haber leído más en general -todo-, sin saber japonés, sin ser Dios
;-), etc: mirar también desde otro lado, de ahí el título del post. Es verdad, perdió la gracia del mar; perdió también la gracia de Noboru, de ese adolescente cuyo interior me pareció tan temible y tan atrayente como el mar en plena tormenta. (Interesante para mi rústico inglés, pero el título se traduce como "The sailor who fell from grace...": rara esa resonancia religiosa-cristiana de "caer" como "perder la gracia") Pero no se propuso perder nada, le pasó que ¿se enamoró? de una mujer, y eso lo hace arraigar. En tierra, algo detestable para Noboru.

-Noboru me subleva. Me encanta por otro lado, porque desde mis 17 años trabajo en distintas áreas con adolescentes y esa onda apática, más allá del bien y del mal, que muchos cultivan esmeradamente, es un fragilísimo barniz que no alcanza ni un poco a ocultar las intensas borrascas que los agitan. Claro, hay a veces que atravesar cercos de espinos y alambres electrificados hasta llegar, pero que un adolescente abra para un adulto ese mundo, es un privilegio que conozco y disfruto. Bueno, pero me subleva, porque, Noboru, cómo es? Quién sos para exigirle a Ryuji que viva en función de tus expectativas de gloria y de heroísmo? A veces pienso que también puede verse a Noboru más que como un personaje, como una personificación de una especie de destino que castiga -impersonalmente aunque necesite un humano ejecutor- la traición que el marino habría hecho de su destino de gloria y heroísmo en el mar.


-Noboru es de esas personas que pueden ser una bendición o una maldición para sus semejantes: se cree distinto-mejor. Cree que ve y entiende lo que todos los demás pobres infelices no. Y ni Noboru ni sus semejantes tienen manera de saber si merece maldición o bendición, salvo vivir. De todos modos, una apuesta riesgosa.

-Para Noboru, el heroísmo y la gloria que espera de Ryuji están en el mar. El marino debería, en vez de hacerse un poco más normal enamorándose, casándose y arraigando en un lugar, dejar a su amor en el puerto y lanzarse al destino épico -solitario, por supuesto- que lo espera en altamar. Pero lo que Ryuji expresa respecto de su vida de marino son cosas como «Y sin embargo, en la travesía de vuelta del último viaje, Ryuji había descubierto que estaba cansado, mortalmente cansado del aburrimiento de la vida del marino. Tenía la certeza de que lo había probado todo en ella, hasta las heces, y estaba harto. ¡Qué loco había estado! No había gloria que encontrar en ningún lugar del mundo. Ni en el hemisferio Norte. Ni en el hemisferio Sur. Ni siquiera bajo la estrella con que todo marino sueña: la Cruz del Sur.»

-Siempre me pareció inquietante, por no decir siniestro, imponerles a personas concretas la inmolación en nombre de abstracciones como "la gloria", "el honor". No porque alguien no pueda experimentar que se quiere inmolar en nombre de algo de eso, está en todo su derecho. Pero la libertad para decidir sacrificarse es lo que hace la diferencia radical.

-Jamás se me ocurriría tener derecho a que otros cumplan mis expectativas respecto de sus vidas. Noboru se ofende, se enfurece y decide como quien ha visto vulnerado un derecho esencial. Ahora: sin tener derecho, reconozco que siempre me resultó una desilusión, de chica, de adolescente, que muchas películas, novelas, etc., épicas, terminaran con el héroe "instalado". En general, casado. Era una sensación que tenía olvidada y me la recordó el ligero "Fffff, hasta cinco minutos antes la historia estaba genial" que sentí cuando en la última peli de El señor de los anillos se casa Aragorn. Algo de instalación en límites demasiado estrechos, de atadura más entorpecedora que liberadora. Que no tiene que ver específicamente con el matrimonio, es algo más general en cuanto adaptarse al sistema, aceptar de mejor o peor grado pero aceptar las reglas de un juego que antes se había cuestionado, perder libertad para jugarse por otros porque hay que pagar impuestos, un crédito, no ser demasiado disonante socialmente, etc.


-Vuelta de tuerca sobre lo anterior: para Ryuji, para cualquiera quizás, ¿no puede ser vivida igual de heroicamente una vida "normal"? No se trata de resolver simplistamente con un "Tooooodos podemos ser héroes en la vida cotidiana". No sé. No sé si podemos, no sé si queremos. Quizás se trate de heroísmos cuantitativa pero no cualitativamente distintos. Viendo vivir a mucha gente muy querida, tienen una estructura de vida muy normal, muy burguesa, muy previsible en algún sentido en cuanto al desarrollo de sus días y semanas, y sin embargo, hay una especie de hondura, de calidad, de contacto con lo profundo de sí mismos y de otros; viendo cómo nada del ambiente y a veces nada de nuestras tendencias espontáneas nos lo facilita, sí: me parece ver rasgos heroicos por momentos en vidas de lo más normales.

-Y más: ¿y si el sentido de su vida, de su etapa de marinero, se completa en amar a esa mujer? ¿Si algunos aprendizajes de resistencia al dolor, de supervivencia cuando todo parecía naufragar, de soledad y conocimiento de sí mismo, de capear temporales, de no perder la cabeza en situaciones límite, etc., que le dio el mar tenían el sentido de servirle para vivir un amor hondo con esta mujer y pilotear sin naufragar las tormentas internas y externas a que está expuesto cualquier vínculo?


-"Desdichado el pueblo que necesita héroes". Brecht. Sin saber nada más del contexto en que lo dijo, siempre me pregunté "Por?". Básicamente, el problema sería que ese pueblo que necesita héroes puede perder la paciencia si no los encuentra, si nadie quiere asumir ese rol, y entonces, fabricarlos a sangre y fuego. "Vení que te inmolo en el altar de mis expectativas". No, ahora que pienso, el principal problema sería una mentalidad pasiva como de rebaño, como de no poder moverse por sí mismo si otro no lo mueve; más: el complacerse en la figura del héroe y creer que para que el pueblo progrese en el sentido que sea no hace falta más que esa complacencia.


-Me pareció muy adolescente esa necesidad visceral de idealizar a alguien, a algo. Está bueno haber tenido las propias idealizaciones, ayuda a motivarse, ayuda para empezar a caminar en algunos proyectos; pero pasar los...¿16, 18 años? y seguir idealizando gente, proyectos, etc., me parece pura pérdida. Distinta es la conciencia de "Qué lindo sería que...". Pero: qué lindo sería que mi vecino fuera como Charles de Foucauld es bien distinto de actuar como si mi vecino fuera como Charles de Foucauld. Des-ilusionarse, etimológicamente, transmite algo muy positivo: una ilusión es una entelequia, algo que existe en mi mundo privado. En lo personal, ninguno de los numerosos procesos de desidealización que atravesé me llevaron a despreciar lo que antes idealizaba; creo que ése es el riesgo cuando la desidealización viene tarde, y uno tiene una sensación de estafa; o cuando se tiene costumbre de entablar vínculos fuertes o de meterse en proyectos intensos a pura fuerza de idealizar sin registrar los numerosos datos que la realidad suele ofrecer acerca de los matices casi infinitos que hay entre la pureza química que se supone en lo idealizado y el anatema radical que le cae cuando "no era lo que yo esperaba". Otra vuelta de tuerca: considerar que algo o alguien es el modelo de la abyección absoluta es una idealización del otro lado. De todos modos, una desproporción, y dos personas ya lo dijeron de distintos modos: "Aurea mediocritas" y "Todo en su medida y armoniosamente" ;-). Borges decía, cito libremente, que no le parecían verdaderos ni el cielo (// para el caso: idealizar) ni el infierno (// execrar) porque le parecían desmesurados para las acciones humanas...mmmmm...Estaba en sus días jocosamente nihilistas.


-Me pudren bastante las descripciones. Las zipearía a todas, de todas las novelas, hasta reducirlas en un 75 %, cuando no las eliminaría con furia jacobina. La única descripción que recuerdo haber leído sin sentir que sobraban palabras es la del comienzo de El hobbit, cuando se describe la casa de Frodo.


-Ryuji, como Noboru, también había tenido sueños de gloria: "A los veinte años se había dicho a sí mismo, vehementemente convencido: -Hay una única cosa para la que yo estoy destinado, y es la gloria. ¡Sí! ¡La gloria!." Noboru no lo sabe pero ¿lo intuye? ¿Y su furia contra Ryuji no puede entenderse como quien ve en un espejo lo que no quiere ser? ¿El famoso aunque más pedestre "No quiero terminar así"?

-La mirada de Noboru sobre los adultos pero sobre los padres en particular, es feroz. "Noboru, a los trece años, estaba convencido de su genio (...) y tenía la certeza de que la vida se reducía a unas cuantas señales y decisiones simples; de que la muerte sentaba ya sus raíces en el instante del nacimiento y que, en lo sucesivo, el hombre no podía sino procurar cuidado y riego a este germen; de que la reproducción era ficticia y, consecuentemente, la sociedad también lo era: padres y educadores, por el mero hecho de serlo, eran responsables de un ominoso pecado. La muerte de su propio padre, cuando él tenía ocho años, había constituido por tanto un feliz incidente, algo de lo que podía enorgullecerse."

-El jefe del grupo de adolescentes es más radical: "No existe nada parecido a un padre bueno pues el papel de padre es malo en sí mismo (...)Se plantan en medio de nuestro camino hacia el progreso, tratan de cargarnos con sus complejos de inferioridad, con sus aspiraciones insatisfechas (...) con las máximas que no han tenido el coraje de seguir (...)Les remuerde la conciencia por no haber hecho el menor caso de sus hijos y quieren que los chicos entiendan cuán intenso es su dolor (...) En Año Nuevo (...) le pregunté al viejo: -Papá, ¿existe alguna finalidad en la vida? (...) Lo que en realidad quería decir era "Padre, puedes darme siquiera una razón para seguir viviendo? (..) Pero una insinuación de primer orden nunca logra llegar a un hombre así. Se limitó a mirarme sorprendido y con ojos de loco (...) y cuandorespondió por fin, ¿qué creéis que me dijo?:-Nadie va a proporcionarte una finalidad en la vida; tienes que encontrar una por ti mismo.
Qué os parece esa moral estúpida y trillada? Se limitó a apretar un botón y (...) se quitó de encima toda la responsabidad de un buen padre. ¿Habéis mirado alguna vez a sus ojos cuando sucede algo parecido? Sospechan de todo aquello que pueda ser creador; tratan de cercenar el mundo hasta reducirlo a algo mezquino y fácil de manejar. Un padre es una máquina de ocutlar la realidad (...) Pero eso no es lo peor: íntimamente cree que representa la realidad." Los marcados en rojo son los fragmentos que más me dicen algo. Lo de "buen padre"...ahí se siente la nostalgia de algo que no se tuvo, que ni se sabe si existe pero que sería justo existiera...un buen padre. Pero vaya a saber qué sería un buen padre para Noboru.


-El nombre de los capítulos me hizo acordar a una película que me fascinó: Primavera, verano, otoño, invierno y primavera.


Acá, un par de videítos:
1: la música de este fragmento, no recuerdo si es la original. En todo caso, no me gusta. 2 ' y medio maso
2: 6' y medio aprox, imágenes invernales sobre todo.


-Noboru, en esa escena final cuando le ofrece a Ryuji la taza de té, ¿sentirá que ése es su momento de gloria? ¿O será simplemente asumir una molestia en el camino, que no estaba prevista, pero que es necesario despejar. camino a su gloria?



















-El final me gusta mucho. Aborrezco esa forma posmo de terminar los textos en cualquier lado. Me parece que los finales clásicos, si bien tienen el riesgo de ser previsibles y demasiado dependientes de las convenciones, son más costosos de lograr que dejar de escribir en cualquier parte. Otros finales que recuerdo ahora azarosamente y me parecen logradísimos porque con la última línea cambia toda la interpretación y no queda nada forzado: el de Rosaura a las diez, de Marco Denevi; el de Ultimos días de la víctima, de José P. Feinmann.






















-Me gustan en general los relatos que asumen el punto de vista de un adolescente para transmitir una mirada sobre el mundo, sobre los adultos, etc. Esta novela lo hace muy bien:

La leí, por supuesto, -recuérdese mi pésima disposición frente a las novelas- a instancias de mi asesor literario ad-honorem (ex alumno que trabaja en una librería y es un voracísimo lector). Muy interesante.


-En youtube hay muchos videos sobre Mishima. Los voy a ver con tiempo.

3 comentarios:

Nathalie X dijo...

Qué bella alegría la mía que he podido encontrar un regalo perfecto para vos, y he recibido 3 mensajes de texto saludándome :)

Feliz día Mari.

Sos muy importante para mí y es importante que podamos compartir cosas y sabés lo que significa para mí poder compartir cosas como libros. Un RE código de la amistad ;)

Marina dijo...

Sé, gracias =)))

Anónimo dijo...

Revista La Memoria de Nuestro Pueblo
Rosario, Argentina.
Año III, Número 35
www.revistalamemoria.com.ar
Sumario:
Una visión “ombliguista” de la historia: Tío Boris, por Efraim Davivi. Instituto de Historia y Cultura de América Latina de la Universidad de Tel-Aviv.
La metamorfosis de Francisco Solano López. 2º parte: "La invención del lopizmo", por Fernando Cesaretti y Florencia Pagni. Escuela de Historia. Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario.
Los elementos folletinescos en Boquitas Pintadas de Manuel Puig, por Carolina Paola Tramallino. Escuela de Letras. Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario.
Cristianismo, Marxismo y Revolución en los sesenta-setenta. 1º parte, por Pablo Mariano Ponza. Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona.
Investigación sobre el secuestro, tortura y desaparición de Berta Perazzi. 2º parte, por David Andenmatten. Universidad Nacional de Río Cuarto.
Los nuevos ladinos, por Marcelo Guirado. Universidad del Salvador. USAL Rosario.
Los personajes femeninos en Boquitas Pintadas, por Romina Arnal. Escuela de Letras. Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario.
Entrevista a Julián Licastro. 2º parte, por Damián Descalzo. Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
La balada urbana, refugio de la poesía urbana, por Raúl “Bigote” Acosta. Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario. Periodista y escritor.
Manual del antiperonista ilustrado, por Claudio Díaz. Periodista y escritor.
Militantes del peronismo revolucionario, por Roberto Baschetti. Escuela de Sociología de la Universidad del Salvador.
Después del combate. Ultima parte, por Jorge Omar Vázquez. Fundador del Centro ex soldados combatientes de Malvinas en la Capital Federal.


Este número se puede consultar y adquirir a valor de cinco pesos el ejemplar (al igual que los números anteriores) en los siguientes lugares:


En la ciudad de Rosario:
Biblioteca " La Memoria de Nuestro Pueblo", Juan Manuel de Rosas 2101.
Corpus Editorial y Distribuidora, Suipacha 581.
(teléfono 54 0341 4394978 )
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En la ciudad de Buenos Aires:
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