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Aparte de los subrayados, flechas, diagramas, círculos y todas las formas geométricas que poblaron y pueblan mis textos de estudio, mis textos de placer también están así habitados. A veces se trata de un impulso visceral, estoy leyendo y el impacto que me produce adentro una frase se traduce instantáneamente en una marca con el lápiz, un subrayado, un signo de exclamación; los signos de pregunta remiten a todo lo que me gustaría conversar con el autor porque no lo entiendo o porque no acuerdo en absoluto. Los signos de exclamación pueden expresar una genuina admiración o algo como "¿¡Cómo dice semejante disparate?!".También marco los ecos que me remiten a otras lecturas o a otros discursos (textos literarios, canciones, películas); a veces creo detectar algún plagio, entonces pongo algo como "igual a Fulano en tal texto", o "a quién se le ocurrió primero?". Uso además onomatopeyas del tipo "mmmmmm" dubitativo, "grrrrr" furioso o "berp" de náusea.
Pero tengo amigos militantes en la línea contraria: sienten que todo eso "estropea" el texto, que lo ensucia, etc. Para mí es como dialogar con el autor, como sacar de algún modo todo lo que me repercute, y en ese sentido, si publicara libros, me encantaría que mis lectores los subrayaran y marcaran como quisieran. Me gustaría mucho gestar ese tipo de diálogo. Tampoco me molesta, y suelo aclararlo antes de prestar libros, que sean subrayados por otros, siempre que se conserven legibles y que el subrayado no implique hacerles bajorrelieves a las páginas, a fuerza de puntas muy afiladas o usadas con excesiva pasión ;-).
Apartado religioso: cuando empecé a leer la Biblia a los 15, 16, no como un objeto de estudio o de curiosidad, sino como el diálogo que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob (nombrarlo así me gusta mucho) quiere mantener con nosotros a través de distintas formas literarias y de la experiencia de hermanos y hermanas en estas búsquedas, me di cuenta de que hubiera subrayado...todo!.
Como siempre intenté ser coherente con lo que creo o descreo, cuando decidí que quería participar en la Iglesia, un poco después de elegir bautizarme a los 14 años, me dije: "Yo no puedo decir que soy católica si no tengo idea de lo que dice la Biblia, de lo que 'me' y 'nos' dice ahí". Así que ahí empezaron las lecturas ordenadas, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, después las lecturas cruzadas según temas, después y al mismo tiempo lecturas aleatorias según las circunstancias de la vida. Siempre con las introducciones y las notas al pie, que me ayudaron muchísimo. El conflicto ético con el subrayado lo resolví del siguiente modo: de los Evangelios no subrayé ni subrayo nada porque es una forma de decirme y de decir que ahí está todo lo esencial, destacar algo sería como quitarle importancia a otra cosa, y no es lo que quiero expresar acerca de los Evangelios. Si bien diríamos que toda la Escritura está orientada a Cristo, en los Evangelios, El es el protagonista, así que dejarlo libre de subrayados para mí es como reconocer su lugar esencial. Lo demás, tanto del Antiguo como del Nuevo TEstamento, sí, y además de los subrayados, en la Biblia más antigua que tengo, una Latinoamericana de tapas flexibles verdes, tengo anotadas algunas fechas significativas en que tal o cual pasaje me ayudó a vivir una situación, me fue un camino abierto donde no veía salida, me cuestionó, me desorientó, me alegró, etc.
Ahora estoy viendo además que el lomo de esa Biblia muestra algunas partes más ennegrecidas que otras , así que me fijo y resulta que por donde más caminé bíblicamente, según los matices del uso que se ven en el lomo, es:
-parejito por los Evangelios de Lucas y de Juan y por los Hechos.
-el Génesis y el Exodo
-después el Evangelio de Mateo
-todo el bloque de profetas desde Isaías y sigue hasta incluir Job, Proverbios, Cantar, Rut, Ester, Sabiduría, Sirácides.
-casi igual de transitados, todos los Salmos.
Me gusta que no haya partes sin esas huellas: ninguna página conserva, vista desde el lomo, su matiz original. Me gusta porque implica un vínculo, implica haber recorrido toda la Palabra de Dios, implica que así como el Amor deja huellas en mi vida, yo dejo huellas de mis búsquedas, de mis estares con El en su Palabra.